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Madre Luisa Margarita Claret de la Touch

Nuestra venerable Madre Luisa Margarita fue favorecida con muchas gracias sobrenaturales. En 1902 recibe la inspiración de fundar una obra, que uniera a los sacerdotes de Cristo entre sí, para hacerlos anunciadores y testigos de Dios, el Amor Infinito. Expulsada  de la comunidad de Francia, por las leyes liberales, se refugia en el Piamonte italiano. Es aconsejada en Roma, para fundar un nuevo Instituto. Es asi como en 1914 funda la comunidad religiosa llamada: Hermanas de Betania del Sagrado Corazón,  que tendra como fin específico, rezar de manera especial  por los sacerdotes y de ser la raíz oculta, de  la Obra del Amor Infinito. Recibió de Dios el encargo,  de mostrar el Corazón de Jesús a los Sacerdotes, escribiendo algunos interesantes  libros, sobre este tema, según Jesús  se lo manifestaba en la intimidad de su corazón con  sus continuas locuciones interiores. La Venerable Madre Luisa Margarita Claret de la Touche con su espiritualidad, tiene hoy mucho que enseñarnos.

 Santidad Visitandina

Hoy queremos presentarte la admirable vida de la Madre Luisa Margartia Claret de la Touch del Monasterio de la Visitación de Romans, Francia, quien fue declarada Venerable por el Papa Benedicto XVI el 26 de junio de 2006. Admirable por sus virtudes, nuestra Hermana se distinguió siempre, por su entrega incondicional en las manos de Dios, la acción vivificadora del Espíritu que todo lo renueva,  la animo a abrazar una vida del todo sobrenatural. Su vocación se cultivo cada día, por el esfuerzo y la gracia especial del Señor que siempre la favoreció  afirmada en una vida de sacrificio y renuncia de si misma, para llevar a cabo dentro de la Iglesia, la misión especial que Dios le tenia reservada a saber:  ofrecer su vida y orar por el Santo Padre y sus Colaboradores, por la Iglesia y sus Pastores, especialmente por los Sacerdotes. Ella les debe recordar, las insondables riquezas del Amor del Corazón de Cristo, continuando la misión ya iniciada con las revelaciones a Margarita María de Alacoque. Esta especial llamada la  invito a vivir la llamada “maternidad espiritual”.  En el FOLLETO virtual que encuentras a continuación, te invitamos a leer una breve biografía sobre la vida de nuestra Madre Luisa Margarita Claret de la Touch. Dar un Click en las flechas deslizadoras que se encuentran al lado de la imagen. puedes agrandar la imagen haciendo Click en las mismas. Bendiciones..!

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Algunos Escritos

de la Madre Luisa Margarita  Claret

El Sagrado Corazón de Jesús y el Sacerdocio

El 6 de junio la Madre Luisa Margarita, escribe lo siguiente: «Ayer estaba delante del Santísimo Sacramento; …cuando Jesús se hizo sentir a mi alma. Jesús  dulcemente le respondió: “Te daré almas de hombres”. Profundamente sorprendida por estas palabras, cuyo sentido no comprendía, permanecio silenciosa buscando un significado. Jesús continuó: “Te daré almas de Sacerdotes. Tú te inmolarás por mi Clero. …escribe todo lo que yo te diga».  Es asi como escribe el maravilloso libro titulado: El Sagrado Corazon de Jesus  y el Sacerdocio. Estos mensajes se dan en un momento en que la Iglesia, estaba sacudida por teorías modernas, que llegaban en algunos casos casi a demoler la misma verdad de la fe. En efecto, con la sencillez de su lenguaje, Hermana Luisa Margarita, hacía a la Iglesia un reclamo fuerte a leer la historia como obra del Amor e invitaba específicamente a los Sacerdotes, a hacer visible el Amor y la Misericordia que Dios tiene por el mundo. Es por eso que compartiremos contigo algunos apartes  de los mensajes revelados por Jesús,  a  Madre Luisa Margarita.  He aquí algunos de ellos:

El Sacerdocio Revestido

de Cristo

“El Sacerdote es un ser de tal manera revestido de Cristo que se convierte casi en un Dios; pero es también un hombre y es necesario que lo sea realmente. Necesita sentir las debilidades, las luchas, los dolores, las tentaciones, los temores, las rebeldías del hombre; debe tener experiencia de la propia miseria para poder ser misericordioso; y también es necesario que sea fuerte, puro, santo para poder santificar. Mi Sacerdote tiene que tener el corazón grande, tierno, ardiente, fuerte para amar. ¡Cuánto debe amar el Sacerdote! Debe amarme a Mí, su Maestro, hermano, amigo, consolador, como Yo le he amado a él; y Yo le he amado hasta unificar mi vida con la suya, hasta hacerme obediente a su palabra. Debe amar a mi Esposa, que es su Esposa, la Santa Iglesia y ¡con qué amor! Un amor apasionado y celoso, celoso de su gloria, de su pureza, de su unidad, de su fecundidad. En fin debe amar a las almas como a sus hijos.  ¿Qué padre tiene tantos hijos para amar como tiene el Sacerdote? El corazón de mi Sacerdote debe ser una llama ardiente que calienta y purifica.

El Sacerdote debe Acudir al Corazón de Jesús

Jesús continua diciéndole a la Hermana Luisa Margarita: "Si mi Sacerdote conociese los tesoros de amor que mi Corazón encierra para él! ¡Que venga a mi Corazón, que tome de allí amor hasta llenarse, hasta rebosar y así luego pueda extenderlo por el mundo! Margarita María ha mostrado mi Corazón al mundo; tú muéstralo a mis Sacerdotes, atráelos a todos a mi Corazón”. Después me ha hecho ver que hay una obra por cumplir: recalentar el mundo con el amor, y para esta obra quiere servirse de sus Sacerdotes. Y, con una expresión tan conmovedora y tierna que me ha hecho saltar las lágrimas, me ha dicho: “¡Tengo necesidad de ellos para cumplir mi obra!” …Los que formen parte de esta milicia del Corazón de Cristo, pondrán todo su empeño en predicar el Amor Infinito y la Misericordia, tratarán de estar unidos entre sí para el bien, con un solo corazón y una única alma, sin que jamás se obstaculicen los unos a los otros en sus obras”. ...

El Sacerdote Instruye

Jesús hizo partícipe de su poder al sacerdote, creación del Amor Infinito de su Corazón; depositó en el corazón del sacerdote la abnegación, el celo, la bondad, la misericordia que llenaban el suyo. Derramó en él, la humildad y la pureza; lo llenó de amor. Le confió, en fin, cuatro sublimes funciones, correspondientes a las cuatro grandes necesidades de la criatura humana. En la primera función vemos como al sacerdote Dios le ha dado la capacidad de instruir a las almas. ¿Como? El hombre es profundamente ignorante. Aun después de la gracia del Bautismo, las sombras de la culpa original continúan oscureciendo su inteligencia. Los pecados personales hacen cada día más espesa estas sombras y su espíritu entenebrecido, sumergido en la ignorancia y en la incertidumbre, va casi sin darse cuenta, rumbo de la eterna perdición. Y el sacerdote instruye. Da la verdad a la inteligencia humana, muestra el camino que conduce a Dios, descubre a las almas los luminosos horizontes de la fe. Su misión consiste en disipar las tinieblas y hacer resplandecer ante las miradas de todos esas verdades superiores y divinas que junto con el amor, constituyen la vida del alma humana.

El Sacerdote Perdona

Es al sacerdote a quien Jesús ha confiado el cuidado de difundir y alimentar el fuego divino de la caridad. Para hacerlo capaz de su misión sublime, le ha abierto más que a ningún otro, los tesoros de su amor indefectible. Lo ha unido a Sí íntimamente, haciéndolo así partícipe de su Eterno Sacerdocio: en efecto, el sacerdote es, con Jesús, sacerdote, pontífice, mediador, abogado, intercesor y es también con Él, ofrenda, expiación y víctima. La segunda función que desempeña el Sacerdote es poseer la gracia  de perdonar los pecados. El hombre es pecador. La primera caída ha dejado en su naturaleza huellas imborrables; un terrible peso lo inclina hacia el mal; tanto en sus facultades intelectuales como en sus sentidos, se hace sentir sin cesar una especie de desaliento y, a pesar de la gracia que lo eleva y del Amor Infinito que lo atrae hacia lo alto, no deja de pecar una y otra vez. Siempre manchado nuevamente, necesita ser nuevamente purificado. Y el sacerdote perdona. Depositario de la Sangre de Jesús, aplica este divino remedio a las llagas del pecado; se enriquece con el tesoro infinito de los méritos del Salvador y da nuevas fuerzas y ayudas al alma purificada. 

El Sacerdote Ofrece

el Sacrificio

El hombre tiene necesidad de Dios. Su debilidad debe de apoyarse en la fuerza divina; su pobreza reclama los tesoros del cielo; su nada tiene continua necesidad de acercarse a la fuente del ser. La tercera admirable función del Sacerdote es consagrar.  El sacerdote ofrece el Sacrificio. Toma entre sus manos consagradas la Víctima divina, la eleva hacia el cielo y, ante su vista, Dios se inclina hacia la tierra, la Misericordia desciende, el Amor Infinito se desborda con más abundancia del seno del Eterno Ser. ¡El Creador y su criatura se acercan, se abrazan en Cristo, se reúnen en el amor. Con la Eucaristía el hombre puede alimentar su alma con la Verdad eterna y el Amor Infinito y, en cierto modo, divinizar su carne enferma y sus sentidos inclinados al pecado. En el Sacerdocio puede encontrar los auxilios que continuamente necesita en el transcurso de su pobre vida.  Parece que Jesucristo debería volver otra vez a la tierra. Pero no, su Humanidad resucitada puede permanecer en la gloria. Él ya ha provisto a todas las necesidades del mundo; ¡le ha dejado su Eucaristía y su Sacerdocio! 

El Sacerdote Consuela

Divino Redentor de las almas, mira cuán grande es la multitud de los que aún duermen en las tinieblas del error; cuenta el número de las ovejas descarriadas que caminan al borde del precipicio; considera la muchedumbre de pobres, hambrientos, ignorantes y débiles que gimen en el abandono. Es por eso que  en la ultima función vemos como el Sacerdote consuela. El hombre es infeliz. Desterrado del cielo, pasa sus días sobre la tierra en el trabajo y en el dolor. El sufrimiento lo rodea por todas partes: tan pronto abate su cuerpo con la enfermedad, como desgarra su corazón con desilusiones y duelos, o tortura su alma con el temor, el remordimiento o la duda. Y el sacerdote consuela hace conocer a las almas el precio del sufrimiento; infunde la esperanza de una felicidad eterna en compensación de un dolor pasajero. Abre los abismos del Amor Infinito a los corazones afligidos y abandonados; levanta a las almas abatidas revelándoles las divinas misericordias, y, difundiendo sobre la tierra la luz y el amor, consuela toda aflicción y disipa todo temor. 

Enseñanza con el Ejemplo

El sacerdote, como Jesús, enseña sobre todo con sus ejemplos. Debe ser la reproducción fiel de Jesús y presentar continuamente esta divina imagen a las miradas del mundo. Por eso debe presentarse como modelo perfecto de virtudes; modelo vivo y visible, fácil de imitar. Débil como los demás hombres, pero elevado por la gracia sobre las miserias y bajezas de la tierra, debe ayudar con su ejemplo a los demás hombres, sus hermanos, a subir hasta la altura de Cristo.  Si el Apóstol recomendaba la modestia a los fieles, ¡cuánto más debía recomendarla a los sacerdotes! Esta divina virtud resplandecía en los rasgos y en todo el exterior de Jesús y nacía de su profunda humildad y de su adorable pureza. Que sea también el ornato del sacerdote, lo circunde por todas partes, penetre en todos sus actos, se encuentre en sus palabras, lo acompañe en el ejercicio de su celo y de su abnegación. Así, el sacerdote será una predicación viviente de la verdad y de las virtudes de de Jesús. (...)Es necesario que las almas lleguen a Jesús a través del sacerdote. 

Imitar a Jesús en el Espíritu de Oración

Jesús, pasa treinta años de vida oculta, enteramente entregada al trabajo, a la oración y al silencio, parecían una preparación más que suficiente para los tres años de vida pública. En cambio, Él no lo juzga así y en el momento de emprender esta nueva etapa, le vemos en el desierto, impulsado por el Espíritu. Busca una última e inmediata preparación en una soledad más profunda, una penitencia más austera y una oración más ardiente y continua. (...) quería darnos ejemplo y mostrar a sus sacerdotes, que debían continuar su obra, la sublimidad de su ministerio y la necesidad que tienen de buscar, solo en Dios , las luces, los dones y las gracias que les exige su formidable tarea. (...) Jesús no oró solamente para disponerse a las funciones santas del Sacerdocio, sino que, durante sus tres años de apostolado, el Evangelio nos lo muestra con frecuencia recurriendo a su divino Padre (...) El Sacerdote  si se siente invadido por la tristeza, o si la tentación, como viento huracanado, subleva sus pasiones adormecidas, (...) entonces precisamente debe recurrir a la oración. El sacerdote, como su divino Maestro, está expuesto a  escarnios, injurias, maldiciones de la multitud ignorante y grosera. Que ruegue por quienes le ultrajan y su oración hará descender inesperadas gracias de conversión sobre esas almas. Que ruegue cuando sufra, cuando agonice. Que viva de la oración, a ejemplo de su adorable Maestro 

La Dulzura virtud Sacerdotal de Jesus

La dulzura constituye la forma de la bondad; forma exquisita y delicada que la hace atrayente. Una bondad tosca y descortés es una bondad sin forma, una bondad que no podría imponerse a los corazones. Pero cuando está revestida de dulzura adquiere una autoridad soberana y atrae todo a ella con poderoso atractivo. Tal fue la bondad de Jesús. (...) Jesucristo mostró la exquisita dulzura de su Corazón durante el tiempo de su apostolado y de su vida resucitada, pero sobre todo dio pruebas de ella en la hora de su Pasión. (...) El sacerdote está llamado a reproducir en el mundo la mansedumbre de Cristo. Viene para conquistar las almas y no hay arma más poderosa para conquistar los corazones que la dulzura y la bondad. Por ello, ¡que el sacerdote de Jesús se haga bueno con esa bondad del Salvador, lleno de paciencia y dulzura, de tolerancia y de caridad! La dulzura es un imán potente que atrae a las almas. Es esa red misteriosa que el sacerdote, pescador de hombres, debe arrojar en los corazones para sacarlos de los abismos del pecado y conducirlos en la barca de la Iglesia hacia la virtud, hacia la vida perfecta. 

Don de Si para el Servicio

Toda la vida de Jesús en la tierra no fue sino un acto ininterrumpido de donación de Sí mismo. Se olvidó completamente de Sí y se dio por entero, sin reservarse nada. Dio su trabajo y su descanso, su tiempo y sus fuerzas. Hizo sacrificio completo de su vida y, antes de darla íntegra, en un solo momento, con el sacrificio cruento del Calvario, la consumó poco a poco con una inmolación de cada instante. Dio su Corazón a sus hermanos: he aquí el secreto de esa incansable donación de Sí. “Amó y se entregó” (...) También el sacerdote de Jesús debe darse a sus hermanos y a su Padre celestial; no es sacerdote para sí mismo. Al recibir el carácter sagrado llega a ser, como Jesús y con Jesús, el bien de todos: se transforma en la víctima santa ofrecida al Padre por los pecados del mundo. Todo lo que posee pertenece a Dios, todo lo que está en él pertenece a las almas. Su trabajo, su reposo, su tiempo, sus fuerzas, su vida misma, no son ya para él; todo está ofrecido, todo consagrado. (...)  el sacerdote debe dejar sus ambiciones, su inclinación al descanso, sus miras naturales, sus satisfacciones puramente humanas (...) todo lo que sabe a tierra.(.. .)Entréguese, renúnciese, olvídese. Sacrifíquese con Jesús sacrificado. Sea el pan de las almas con Jesús Sacramentado. 

La Misericordia Virtud del Corazón de Jesús

El Corazón de Jesús es el santuario divino donde residen todas las virtudes. Las posee todas en sumo grado. Es la hoguera siempre ardiente de la que irradian todas las bellezas morales, todos los dones naturales, sobrenaturales y divinos que pueda imaginar nuestra pobre inteligencia. Entre todas las virtudes que moran en ese Sagrado Corazón, como en su templo particular, hay una que parece ser suya en forma especial, su virtud, su inclinación: es la misericordia. Sí, la misericordia es realmente el atributo del Corazón de JesúsLa gran misión del sacerdote es revelar a las almas la misericordia divina. Todas, más o menos, han pecado. Todas sienten entre la santidad infinita de Dios y la propia miseria un abismo que les parece insuperable y cuya vista las aterra. He aquí la obra del sacerdote: hacer conocer a Jesús bajo el aspecto más amable, dulce y atrayente; hacer penetrar en las almas el conocimiento de la Misericordia; abrir los corazones a la confianza y al amor. ¡Qué consoladora misión! 

El Sagrado Corazón

y la Eucaristia

La devoción a la Eucaristía y la devoción al Sagrado Corazón no son solamente devociones gemelas, en realidad son una sola y misma devoción. Se completan y desarrollan una a otra; tan perfectamente se funden que una no puede estar sin la otra, y que su unión es absoluta. (...) Si tenemos devoción al Sagrado Corazón, querremos hallarlo para adorarlo, amarlo, ofrecerle nuestras reparaciones y alabanzas, y ¿dónde iremos a buscarlo si no es en la Eucaristía donde está eternamente vivo? Si amamos a este Corazón adorable, querremos unirnos a Él, pues el amor busca la unión; querremos inflamar nuestro corazón con los ardores de este divino foco.  Pero para alcanzar este Corazón Sagrado, para asirle, para ponerle en contacto con el nuestro, ¿qué habremos de hacer? ¿Escalaremos el cielo para arrebatar el Corazón de Jesús triunfante en la gloria? Sin duda que no. Iremos a la Eucaristía, iremos al sagrario, tomaremos la blanca Hostia, y, cuando la hayamos encerrado en nuestro pecho, sentiremos al Corazón divino latir verdaderamente al lado de nuestro corazón. La devoción al divino Corazón infaliblemente conduce a las almas a la Eucaristía.

La Pureza virtud del Corazón de Jesús

No tenemos la más mínima duda de esta exquisita pureza de Jesús. (...) No obstante, es bueno para nuestras almas y saludable en grado sumo, considerar la estima y amor del Maestro por la pureza y las precauciones que quiso tomar, no precisamente para preservarse Él, porque nada tenía que temer, sino para enseñarnos con el ejemplo, la prudencia que debe acompañar nuestros actos. Jesús promete la visión de Dios, la visión beatífica que colmará todos nuestros deseos, que saciará todas nuestras necesidades, a la pureza de corazón. ¿Y no encierra ella todas las purezas? Si el corazón es puro, los pensamientos serán elevados, los afectos santos, las palabras castas, los gestos y modales modestos. (...) Lo que debe llevarnos a la búsqueda y al amor de esta virtud angélica es, sobre todo, el ejemplo del Maestro. Jesús abrazó voluntariamente una vida austera y mortificada: eligió la pobreza con sus privaciones, fatiga y sudores. Se entregó al ayuno, se impuso vigilias prolongadas, soportó las incesantes fatigas de la vida apostólica. Durmió sobre la tierra desnuda, envuelto en el propio manto; no concedió a su cuerpo más que lo necesario, lo indispensable. (...) 

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