Los Papas y el Sagrado
Corazon de Jesus
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Al tratar el apartado de los Papas y la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, hemos buscado datos desde el pontificado de Inocencio XII, ya que Sta. Margarita María falleció en 1690. Según se extendía la devoción, la intervención de los Romanos Pontífices aumentaba. Hasta Pío IX sólo hemos encontrado referencia a la erección canónica de las Cofradías del Sagrado Corazón por parte de los distintos Papas. En un catálogo de la Sagrada Congregación de Ritos se registran nada menos que 1.089 congregaciones del Corazón de Jesús entre los años 1726 hasta 1765. Estaban implantadas en todas las naciones de Europa y hasta en China, India, Persia, América y Oriente Medio. Las cofradías son congregaciones o asociaciones de fieles, autorizadas por la autoridad eclesiástica, que tienen como uno de sus fines la práctica de una devoción concreta, en este caso al Corazón de Jesús.
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Al tratar El pontificado de Pío IX abrió de par en par las compuertas que dieron paso a la extensión de esta devoción por todo el mundo. En 1856 el Papa, secundando los deseos de muchísimos obispos, extendió la fiesta del Sagrado Corazón a toda la Iglesia. Fue un hecho decisivo. Desde entonces, como afirma un documento litúrgico, “el culto al Sagrado Corazón, como río desbordado, superó todos los obstáculos y se difundió por todo el mundo”. La beatificación de Margarita (18 de agosto de 1864) significaba la aceptación por parte de la Iglesia del núcleo esencial de sus revelaciones. Entre los momentos culminantes de aquella marcha triunfal se debe recordar la consagración de la Iglesia al Sagrado Corazón el 16 de junio de 1875.Durante el pontificado de León XIII se acentuó el carácter señorial y esplendoroso del culto al Sagrado Corazón. En 1899 el Papa elevó la fiesta del Corazón de Jesús al mayor rango litúrgico (fiesta de primera clase con octava; es decir, ocho días para honrar el Corazón de Jesús).
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San Pío X mandó recitar todos los años en la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, el acto de consagración. Benedicto XV en 1920 canonizó a Margarita María Alacoque. Pío XI reafirmaba el reinado social de Cristo al instituir la fiesta de Cristo Rey en la encíclica Quas primas(1925), mientras en su encíclica Miserentissimus Redemptor (1928) ensalzaba la devoción al Corazón de Jesús como el compendio de toda la religión y aun la norma de vida más perfecta. Pío XII, por último, en su encíclica Haurietis Aquas (1956) trazaba una síntesis doctrinal profunda y definitiva. Con aquel documento puede decirse que se fijaba la doctrina dogmática sobre el Corazón de Jesús y se aseguraba su culto como un patrimonio irrenunciable de la Iglesia. En este marco general hay que situarJuan Pablo II tiene preciosos y abundantes textos dedicados al Corazón de Jesús. En 1994 escribió una carta con motivo de 150 aniversario del Apostolado.
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Benedicto XVI ha infundido profundidad teológica y aliento pastoral al culto y devoción al Corazón de Cristo.Ya antes de su elección había perfilado la teología del Sagrado Corazón en varios escritos. Como Pontífice incluye la devoción al Corazón de Jesús entre los elementos esenciales de su encíclica Deus caritas est (25 de enero de 2006). El Papa ha expresado el misterio del amor de Dios a través del Corazón traspasado, en la carta conmemorativa de los 50 años de la Haurietis aquas (15-5-2006). Consagró a todos los jóvenes del mundo al Sagrado Corazón en la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid 2011. En el Ángelus del domingo 9 de junio de 2013 dijo respecto del Sagrado Corazon de Jesus lo siguiente: "El mes de junio está tradicionalmente dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, máxima expresión humana del amor divino. El pasado viernes hemos celebrado precisamente la solemnidad del Corazón de Cristo, y esta fiesta da la pauta a todo el mes. La piedad popular valoriza mucho los símbolos, y el Corazón de Jesús es el símbolo por excelencia de la misericordia de Dios; pero no es un símbolo imaginario, es un símbolo real, que representa el centro, la fuente de la que ha brotado la salvación para la entera humanidad.
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En los Evangelios encontramos diversas referencias al Corazón de Jesús, por ejemplo en el pasaje en el que el mismo Cristo dice: «Venid a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad mi yugo y aprended de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontraréis vuestro alivio» (Mt 11,28-29). El relato de la muerte de Cristo según Juan es fundamental. Este evangelista testimonia de hecho aquello que vio en el Calvario, o sea que un soldado, cuando Jesús ya estaba muerto, le atravesó el costado con la lanza, y en seguida brotó sangre y agua (cfr Jn 19,33-34). Juan reconoció en aquel signo, aparentemente casual, el cumplimiento de las profecías: del corazón de Jesús, Cordero inmolado sobre la cruz, brota el perdón y la vida para todos los hombres..Pero la misericordia de Jesús no es sólo sentimiento, es más, es una fuerza que da vida, ¡que resucita al hombre! Nos lo dice también el Evangelio de hoy, en el episodio de la viuda de Naím (Lc 7,11-17). Jesús acompañado de sus discípulos está llegando justamente a una ciudad llamada Naím, un pueblo de Galilea, en el momento en el que llevaban a enterrar al hijo único de una mujer viuda
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La mirada de Jesús se fijó inmediatamente en la mujer en lágrimas. Dice el evangelista Lucas: «Al verla, el Señor se conmovió» (v. 13). Esta «compasión» es el amor de Dios por el hombre, es la misericordia, o sea la actitud de Dios en contacto con la miseria humana, con nuestra indigencia, nuestro sufrimiento, nuestra angustia. El término bíblico «compasión» evoca las entrañas maternas: de hecho, la madre experimenta una reacción exclusivamente suya frente al dolor de los hijos. Así nos ama Dios, dice la Escritura. Y ¿cuál es el fruto de este amor? ¡Es la vida! Jesús dice a la viuda de Naím:«¡No llores!», luego llamó al muchacho muerto y lo despertó como de un sueño (cfr vv. 13-15). Pensemos en esto. Es bello. La misericordia de Dios da vida al hombre, lo resucita de la muerte. El Señor nos mira siempre con misericordia, nos espera con misericordia. ¡No tengamos miedo de acercarnos a Él! ¡Tiene un corazón misericordioso! Si le mostramos nuestras heridas interiores, nuestros pecados, Él nos perdona siempre. ¡Es pura misericordia! No olvidemos esto: es pura misericordia. ¡Vayamos a Jesús! Dirijámonos a la Virgen María: su corazón inmaculado, corazón de madre, ha compartido al máximo la «compasión» de Dios, especialmente a la hora de la pasión y de la muerte de Jesús. Que María nos ayude a ser mansos, humildes y misericordiosos con nuestros hermanos